Hace un tiempo me aficcioné a las Cenas del Mal Tiempo, os explico. Una vez al año nos juntabamos un grupo de compañeros de la universidad a cenar en mi casa, y las dos primeras veces que lo hice coincidió un tiempo de perros. Llovía, tronaba y venteaba como si se fuese a acabar el mundo. No se le llamaba ciclogénesis explosiva porque todavía no había salido el iluminado a acuñar el término, así que nosotros lo llamabamos «un mal tempo do carallo».
El caso es que, como bien dicen los entendidos, hay que convertir nuestras debilidades en fortalezas, así que yo pasé a bautizar las cenas en mi casa como «Las cenas del mal tiempo».
Tanto éxito tuvo la historia que si organizábamos la cena y hacía bueno parecía que aquello no tenía el mismo chiste…..
El caso es que en una de esas cenas del mal tiempo quise ser guay y pasó lo que tenía que pasar: no llegué a chachi. Decidí preparar un risotto que me obligó a estar en la cocina sudando la gota gorda cuando ya habían llegado todos y estaban cotilleando en el salón. Qué mal me sentó no poder estar allí en el frente del primer cotilleo fresco y sabroso. Y de la mala leche (y de que no tenía ni flores de cómo hacer un risotto) aquello no pasó de un arroz sin más…. y el único risotto las risottadas de mis invitados en el salón sin mi…..
Así que me hice dos promesas: en una comida/cena que no sea de familia o amigos super íntimos que puedan estar conmigo en la cocina nunca preparar algo que me obligue a estar pegada a las cazuelas a última hora, y nunca preparar un plato nuevo en una cena con invitados (vale esta última promesa la he roto alguna vez sólo para demostrarme que debería seguirla a rajatabla).
El caso es que, como la de hoy, cuando os digo que una receta es para comida/cena con invitados me refiero a que es de esas que se pueden dejar listas ya preparadas o sólo meterlas al horno a última hora sin tener que estar como el correcaminos y sobre todo, que nos permita estar en el meollo de la cuestión 😉
Sé que la vi en internet en distintas versiones, y me decidí por esta que me pareció sencillísima, luego fui al super y compré lo que me dio la gana y salió este plato que de verdad os recomiendo: es muy fácil de hacer y queda vistosísimo, además de sabroso y muy rico. Perfecto para una Cena del Mal Tiempo….. que ya está empezando su temporada o para una de esas cenas navideñas que ya en un pincho están aquí 😉

Ingredientes:

  • Un lomo de salmón sin espinas y sin piel
  • Un puerro.
  • Una cebolla dulce.
  • Un par de zanahorias.
  • Un puñado de champiñones portobello.
  • Salm, pimienta y aceite de oliva suave.
  • Una masa de hojaldre fresca (vale de las congeladas, previamente descongelada claro).

Pelamos la cebolla y la cortamos en juliana. Ponemos cuatro cucharadas de aceite de oliva suave (0,4º) en una sartén y ponemos a fuego medio. Cuando esté caliente echamos la cebolla y le añadimos unas arenitas de sal.

Quitamos la parte verde y el extremo del puerro, lo lavamos y lo cortamos en tiras. Lo echamos en la sartén con la cebolla.

Pelamos las zanahorias y le quitamos los extremos. Las cortamos en bastones y añadimos al resto de las verduras. Dejamos rehogar a fuego medio 10 minutos más moviendo de vez en cuando.

Limpiamos los champiñones con un trapo húmedo y les cortamos el pie ligeramente (madre que gore…). Los cortamos en láminas.
Encendemos el horno a 180º para que vaya cogiendo temperatura.
Después de los 10 minutos sacamos las verduras del fuego.

Sobre una fuente de horno ponemos un papel vegetal (yo usé una masa de hojaldre que ya lo tenía) y extendemos la masa.

Ponemos encima el salmón. Aquí voy a hacer una pausa que diga: OJO AL DATO: Una vez cerremos el paquete lo vamos a hornear y servir dado la vuelta así que no seáis igual de mononeurona que yo y poned los ingredientes al revés de como queréis que queden. Es decir primero los champiñones crudos, después las verduras rehogadas y por último el salmón salpimentado con la parte donde estaría la piel mirando hacia arriba.

Como véis yo no la pensé, lo hice al revés y me quedaron mal ordenados…. Está de coña igual pero queda más vistoso al contrario.
Cerráis el paquete con la masa de hojaldre pegando bien los pliegues con la ayuda de un tenedor.

Le damos la vuelta al paquete de manera que los pliegues queden hacia abajo y la parte que se ve esté lisa.

Metemos en el horno a 180º hasta que la masa se dore.

Retiramos y servimos todavía calentito cortando con un cuchillo afilado para que el hojaldre se nos rompa lo menos posible.
Servimos acompañado de algo ligero, yo opté por una ensalada sin demasiado adorno, para darle total protagonismo al salmón.

También podéis prepararlo en raciones individuales. En vez de un solo lomo grande de salmón que os lo corten en lomos individuales y hacéis un paquete por cada comensal. Aunque reconozco que así entero es más sencillo, os roba menos tiempo y queda muy llamativo.
Nada más que añadir, salvo ya sabéis, que no seáis demasiado buenos y que disfrutéis de la semana.
Tito al moro!!

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