Creo que lo que voy a decir ya me lo habéis escuchado más veces, pero confieso que cocinar me relaja. En el rato que estoy en la cocina mi cerebro entra en modo «power save» y sólo funciona la parte creativa. Todos los «tienes que…» «y si….» «pero entonces…» «cuidado con…» «acuérdate de…», es decir, la parte mandona y exigente, se calla, se sienta y descansa. Supongo que no tengo que explicaros lo gratificante que es eso cuando esa parte exigente y mandona es la que siempre tiene el control.
Luego está el post producción, es decir, ya he terminado y en la cabeza todo vuelve a funcionar como antes. En este momento pueden pasar dos cosas, que lo que haya cocinado sea solo para mi o no haya catador conocido, entonces la experiencia se queda en un pequeño spa momentáneo, o que haya alguien esperando para probar el «experimento». En ese caso, además de haberme relajado, también soy una tía muy feliz. Independientemente de que la crítica sea positiva o negativa, yo lo disfruto. Qué fácil, ¿eh?
Dicho esto, comentaros que es la primera vez que guisaba carrilleras de ternera, la otra receta que tengo en el blog es de carrilleras de cerdo en salsa de setas, receta que por cierto preparó mi hermana y que estaba sensacional.
Me he llevado la misma grata impresión que con la otra receta. Es una carne que, preparada a fuego lento se convierte en un bocado exquisito, suave y super tierno. Me parece que para una comida/cena con invitados es un recetón, porque es de esos que puedes dejar preparado del día anterior y calentar en el último momento y que a la gente le encanta. Además se puede hacer de más y congelar con su salsa y, bien pasando por el congelador o no, llevar en el tupper a la oficina. Vamos, que me ha parecido un recetón.
Eso sí, las carrilleras, bien sea de ternera o de cerdo, es una carne que seguramente tengáis que encargar en la carnicería, porque no siempre la tienen. Tan fácil como encargársela a vuestro carnicero para un día concreto.
La receta viene de un popurrí mental que me monté de ver varias recetas en internet con este tipo de guiso.
Espero que os guste, de verdad os digo que merece la pena 😉
Ingredientes (para dos personas):

  • 2 carrilleras de ternera.
  • 1 diente de ajo.
  • 1/2 cebolleta.
  • 1/2 cebolla.
  • 1 puerro.
  • 2 zanahorias.
  • 1 vaso de vino tinto (Rioja crianza en mi caso)
  • sal
  • aceite de oliva suave 0,4º
  • agua

Lo primero que haremos será limpiar las carrilleras de las pieles que traen. Concretamente en uno de los lados traen una capa de piel que le tenéis que limpiar con un cuchillo afilado o unas buenas tijeras. Repasáis el otro lado por si hubiese también alguna pielecilla.

En la siguiente foto os enseño una limpia y la otra no para que veáis la diferencia.

Una vez limpias ponemos aceite en el fondo de una sartén a fuego fuerte y cuando esté caliente doramos las carrilleras, previamente saladas, en él.

Preparamos la tartera en la que vamos a preparar las carrilleras y ponemos un chorro de aceite en el fondo, aprovechando el que hemos usado para dorar las carrilleras y añadiendo un poco más de oliva suave 0,4º.

Pelamos el diente de ajo y lo picamos fino. Lo doramos a fuego muy bajo en la olla.

Cortamos la cebolla y la cebolleta en trocitos y cuando el ajo empiece a coger color la añadimos a la olla.

Lavamos y cortamos el puerro en trocitos igual que hemos hecho con la cebolla, y cuando veamos que ésta empieza a ponerse transparente añadimos el puerro.

Pelamos y cortamos las zanahorias en trocitos y después de unos minutos las añadimos a la tartera.

Ponemos también las carrilleras y añadimos el vaso de vino tinto. Subimos un poco el fuego para que evapore el vino durante unos 5 minutos.

Pasado este tiempo bajamos a fuego bajo y añadimos un vaso de agua y sal.

Tapamos y dejamos cocinar a fuego lento durante un par de horas dandole la vuelta de vez en cuando a las carrilleras. Sabréis cuando están listas cuando al tocarlas con una cuchara notéis que están blanditas, vamos que podréis partirlas sin cuchillo.
A la hora de servirlas siempre podéis optar por pasar la salsa por la batidora o dejarla tal cual, a vuestro gusto.
¿De acompañamiento? Le va bien todo: unas patatas fritas, cocidas con piel (sí, soy fan de las patatas cocidas con piel, que le vamos a hacer), en puré, arroz blanco…. En fin, con casi cualquier «aderezo» que se os ocurra.
Lo dicho «compañeiros», es una receta de esas que tanto os gustan por ser tan increíblemente versátil: buena para una comida familiar, para llevar en el tupper o para una cena pija con invitados. ¿Se puede pedir más?
Sed buenos lechones, y pasad un buen fin de semana.
Tito al moro!!

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