Voy a contaros un secreto. Un dia llegué a casa a comer y me encontré que había de menú pescadillas fritas (sí de las que se muerden la cola). Os puedo decir que no me gustan nada. Así que me dispuse a improvisar un menú alternativo para mí.
Resultó que habían sobrado del día anterior unas nabicitas que ya estaban cocidas, así que se me ocurrió un plato que ya había probado con espinacas y que me había encantado.

Escurrí las nabizas y en una sartén puse un chorrito de aceite de oliva y un ajo en láminas. Pasé las nabizas por la sartén salteándolas y le añadí unas tiras de jamón serrano que había en la nevera. Lo aparté del fuego y eché la mezcla en un molde de pirex.
Coincidió que tenía un sobre para hacer bechamel de gallina blanca y decidí aprovecharlo porque iba mal de tiempo (me imagino que con una salsita bechamel casera quedaría aún más rico). Así que seguí las instrucciones e hice la salsa que, una vez terminada eché en el molde por encima de las espinacas. Por encima le puse queso en lonchas y lo metí en el horno a gratinar hasta que el quesito se doró.

Me hace gracia que mi padre, que se cachondeaba de que no comiese las pescadillas, luego miraba mi plato con envidia, y como hice mucho, esa noche lo cenó él y dijo que ese menú se podía repetir de vez en cuando 🙂
La verdad es que os lo recomiendo, si no teneis nabizas probad con espinacas, que también está buenísimo.
Besiño!!

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